miércoles, 22 de febrero de 2012

Prólogo: la niña imantada y el viento de poniente

Tuvo que volar hasta aquel lugar de sus sueños para encontrarlo. Apacible, siempre bello, imponiendo sus reglas y colocando sus matices en algún rincón del apartamento.

Sus esperanzas antes del viaje no estaban del todo claras. Esperaba encontrarse cualquier cosa en el repetitivo cajón del recuerdo. Pero al contrario de lo que indicaban sus expectativas, halló paz, dicha y felicidad. El tiempo no crea olvido, sino recuerdo. En su viaje pudo aprender esta importante lección.

Allí estaba, recomponiendo las piezas dispuestas en su cabeza para rehacer el complejo puzzle de sentimientos que, esparcidos sobre la cama, se dejaban atrapar con cierta facilidad. Sus dos opciones, una gobernada por la cobardía y otra por el valor, se distanciaban cada vez más en una balanza donde, finalmente, el valor prevaleció.

A veces tomamos decisiones difíciles a sabiendas de que nos harán sufrir. Ahí es donde el valor juega su papel más importante; si mantenemos con fuerza su peso en la balanza, esa decisión habrá valido la pena.

La niña imantada se queda con su viento de poniente.

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