miércoles, 29 de septiembre de 2010

M.

Distinto. Tantas cosas hace casi tres semanas, ajenas, ahora parte de mi vida. Mi nueva vida en la capital de Baviera. La libertad de respirar sin miradas que observen cada movimiento, sin labios que claven mil agujas en tu alma con recelo, quien sabe, con la sencilla razón de entretener sus vidas vacías. La sensación de tener el mundo ante tus ojos, el ansia de conocer, de vivir y de soñar con un nuevo paraíso, completo de aventuras por ocurrir.
Una vía que retiene mil estrellas y las convierte en realidad. Mil miradas desconocidas cada día. Aire fresco, caras nuevas. Locura misteriosa y clandestina. Vicisitudes de una nueva rutina. Aire que envuelve las sombras y luz que aparca en mi ventana al alba. Riqueza convertida en belleza a cada paso.


Adoro esta ciudad.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Crónica de un erasmus: Múnich (II)

Tras mis primeros pasos sobre el territorio alemán me dispongo a ordenar un tanto mi caótica vida en München. Primeras clases, primeros contactos con la gente, primeras horas del curso un tanto fácil para dos personas que ya llevan algo de tiempo con este complicado idioma. Pero todo va bien, sin tropiezos.
El jueves llega mi otra mitad y nos disponemos a disfrutar de los días que tenemos para nosotros en la gran ciudad. Días tranquilos y mágicos.
El jueves le mostré a Edu el centro de la ciudad que unos días atrás me enamoró. El efecto de las calles que se reflejan en el alma crea un vínculo especial entre este lugar y yo. La tranquilidad que se respira en el centro abarrotado es inimaginable en otras grandes urbes. La belleza de la arquitectura, el cuidado de las calles, la variedad interminable de establecimientos de todas las clases que podamos vislumbrar... es algo maravilloso pasear por estas avenidas dulces y llenas de vida.
El viernes decidí ir con la gente de clase al Englischer Garten. Es como encontrarse en un valle lleno de verde, lagos, jardines, naturaleza y linda fauna de cuento. La Torre China es la guinda de este pastel tan delicioso y puro. Es fácil perderse por sus caminos, si fuera sola seguramente me resultaría realmente difícil encontrar algún camino que me llevara a la salida. Es la magia de este parque, la posibilidad de perderse entre su hierba y sus lagos...
Por la noche escogemos un lugar al azar: Königplatz. Se trata de una plaza impresionante, con tres edificios griegos, difíciles de describir. Sólo se puede decir que nos impresionó tal paisaje, decidimos volver con la luz del sol, algo pendiente.
Cenamos de bávaro: Weisswurst, Kartoffeln y cerveza, para después acercarnos al famosísimo barrio de "Schwabing", una de las principales zonas de fiesta de la ciudad. Estuvimos con una chica de mi clase, que trabajaba en uno de los pubs del lugar, y cierto rato después a casa. No sin antes fichar la zona, promete.
Sábado 18. Un día para madrugar y empezar nuestras visitas temprano. Oktoberfest, pero sábado. Lo que significa que la inauguración puede ser bastante caótica y el nivel de personal elevado, así que decidimos dejarlo para otro día y en su lugar ir a BMW Welt. Así que nos dirigimos al mundo de los cochazos, la tecnología, el lujo. Y es que los modelos que se gastan no son para nada desdeñables. No me considero una fan total del motor, pero esta visita me ha dejado un buen sabor de boca.
Die nächste Halt ha sido la Torre Olímpica, desde donde hemos podido disfrutar de unas maravillosas vistas de toda la ciudad. Espectacular la zona donde se llevaron a cabo los juegos olímpicos del 72: las instalaciones, el lago, el ambiente... todo impresionante.
Y, en fin, ha llegado el momento de quedar con otra compañera de clase para ciertos asuntos, junto con un pequeño paso por Hofbrauhaus. Se trata de la cervecería más famosa de Múnich, puede que de Alemania. La más grande que he visto nunca, con jarras de litro, música bávara en directo y camareros capaces de llevar diez jarras de cerveza en mano. Typical Bayern :)
Y así terminan estos primeros diez días en Múnich. Muchas ganas, muchas cosas por hacer y una gran ilusión por disfrutar de este trocito de cielo que cada vez me apasiona más. Otros cuatro días para disfrutar a tu lado.

Bitte zurück bleiben :)

viernes, 10 de septiembre de 2010

Crónica de un erasmus: Múnich (I)


Hacia las diez en punto de un jueves que no es cualquiera aterrizaba en Franz-Joseph-Strauss. Un par horas después me encontraba en lo que será durante nueve meses mi nuevo hogar. Verde, mucho verde. Casitas de película, gente rubia y muchos bmw. Así empieza mi nueva vida en Múnich.
Algo de confusión e intentos de comunicación mientras intentaba conseguir las llaves de mi residencia. Al final tuve que llamar a nuestra coordinadora, Maria Jesús, para que solucionara el problema (la peculiar señora Brendel estaba de día libre). Y después todo fue rápido: dejar las maletas en la residencia, comprar algo de comida (deliciosos macarrones que nos preparé), e ir a Ikea a comprar algunas cosillas para poder sobrevivir. La cosa es que la gigantesca tienda se encuentra como a mil kilómetros de nuestra tranquila zona. Así que nos tocó coger el U, el S y andar otros veinte señores minutos.
La vuelta fue lo mejor. Parece que los españoles tenemos una cara tan particular que se nos reconoce mundialmente. Así que a unos alemanes, cerveza en mano (aquí está permitido beber cerveza en metros y demases) vieron su oportunidad de practicar su escaso castellano. Chica latina. Y ahí queda.
Y tras cenar algo de pasta que nos sobró de la comida, y unos tomates cherry-pera (sí señor, y riquísimos que estaban) nos disponemos a conocer la noche muniquesa. Así, a la aventura. Y nos topamos con un bar al estilo inglés, con una barca enorme colgada del techo y un camarero chino muy simpático que nos sirvió en mesa.
La siguiente parada fue un bar más "hippie", con un peculiar camarero y jarras de medio litro de Bier por el módico precio de tres euros (un lujo en München, vamos). Flipando nos quedamos cuando, así sin más, comienza sonar Estopa. Y encima dos canciones. Así de irónico es el azar.
Llega el momento de ir a casa, que hoy teníamos que madrugar y la cosa no estaba para tirar horas de sueño (teniendo en cuenta que el día anterior me había tumbado poco más de dos horas). Así que, confundiendo columnas con panales (el metro da para mucho) volvimos a nuestros respectivos pisos (el mío más fantasma que otra cosa).

Hoy, con más relax, nos hemos dedicado a patearnos el centro tras una parada en Starbucks. Simplemente puedo decir una palabra: IMPRESIONANTE. Las cuidadas calles, die Frauenkirche, los preciosos edificios, el ambiente de las cervecerías al aire libre (donde he probado el famoso jamoncillo con Käse mientras brindábamos con el músico y hacíamos amistades con el ambiente), los puestos de fruta, la música en directo, Marienplatz, las variadísimas tiendas, la gente, el Starbucks... Son demasiados los motivos para enamorarse de esta ciudad. Y es mi segundo día.